El otrora tan féroz tigre celta |
La crisis mundial de 2007-2008 ha provocado con en Europa una crisis propia, la crisis de la deuda o más comúnmente conocida como la crisis griega. Esta crisis ha sido azotada por la cólera de los mismos que en 2007 y 2008 no supieron reconocer los activos tóxicos que provocaron la peor recesión de la historia.
Las finanzas públicas de la Unión Europea lejos de ser equilibradas habían pasado una década sorteando cuando no incumpliendo el Pacto de Estabilidad que desde la entrada del Euro, Europa se había otorgado. En 2002 y 2003, Alemania y Francia sucesivamente incurrieron en déficits presupuestarios mayores al 3% y la imposibilidad de la Comisión de sancionarlos impuso una reforma de dicho pacto que conduciría a su total desactivación.
Aunque muchos países respetaron los límites entre ellos Irlanda o España fueron considerados alumnos aventajados. La regla sin embargo se ha mostrado por tanto ineficiente para hacer frente a las crisis asimétricas (crisis que golpean tan solo a ciertos miembros de una unión económica).
Una de las razones de este despropósito es que la regla que contenía el déficit en el 3% era totalmente arbitraria pues el límite fue elegido arbitrariamente pues permite en fase de crecimiento de tener un excesivo gasto público puesto que 3% de gasto público en fase de bonanza (poniendo el ejemplo griego) es una política procíclica que conduce al recalentamiento de la economía y que alimenta una deuda pública peligrosa pero que fue muy fácil de financiar pues los mercados financieros no diferenciaban prácticamente entre la deuda griega o la alemana antes de la crisis. Además la regla del 60% de deuda sobre el PIB contaba solo la deuda pública y por tanto no ponía ningún límite a la deuda privada que se había disparado tanto en Irlanda como en España.
Mientras tanto Alemania preparaba una estrategia no cooperativa, nociva para el resto de países europeos pues jugó la carta de free-rider (el aprovechado). Por un lado, reformó a la baja su Estado de Bienestar y por otro se dedicó a la desinflación salarial, congelando sus salarios para ganar competitividad frente a sus socios europeos. La reducción del gasto público fue aprovechada al beneficiarse del gasto público de sus socios y al tener unos salarios más competitivos exportaba más, sobre todo dentro de Europa pero también fuera en detrimento de las exportaciones de sus vecinos (Que nadie piense que un país europeo puede competir salarialmente con China o la India).
A esta caja de Pandora hay que añadir la competencia fiscal a la que se lanzó de cabeza Irlanda, pues de la noche a la mañana en 1981 decidió bajar la imposición a las empresas de 45% a 15% lo que en dos décadas obligó a la mayoría de países europeos a seguir su senda. Esto ha provocado una disminución de la recaudación de los distintos países de Europa y sobre todo a una mayor injusticia fiscal puesto que las bases fiscales de mayor movilidad son las Empresas, las altas fortunas y el ahorro quienes pueden permitirse la deslocalización por lo que los Estados estaban obligados a financiar el presupuesto con la imposición del trabajo y del consumo.
Si a esto le unimos la falta de una gobernanza económica de la Zona Euro podemos fácilmente entender porque hemos llegado a esta situación de crisis que está desatando la más voraz de las campañas contra el Euro y que está imponiendo unos sacrificios inauditos a los pueblos de Europa.
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