Me ha tomado casi una semana, el analizar y reposar los resultados que las urnas arrojaron el domingo pasado. Mi decepción fue mayúscula al constatar como la rabia más que comprensible de los ciudadanos configuraba una marea azul PP que vencía prácticamente en todas las comunidades y provincias al PSOE.
Tardío pero reclamado por mis lectores llega aquí un análisis más pausado y moderado del que la rabia del domingo me hubiera permitido.
El PP ha sabido capitalizar la crisis y convertir a los ciudadanos hastiados en votos. Mi enhorabuena más sincera a la gran comunicación del PP. Siendo incontestable la victoria, debo añadir que ha sido una campaña de comunicación magnífica pero un tanto mentirosa.
El “nosotros riqueza, ellos crisis” ha parapetado un programa oculto que no han decidido explicar. Esta estrategia hábil ha sumado muchos votos de izquierda o al menos no ha ahuyentado a los de centro.
Este discurso ha venido a salvar a administraciones consumidas por la corrupción como la Comunitat Valenciana o la de Madrid, donde el desgaste del gobierno ya se hacía sentir. Es especialmente duro comprobar que pese a tanta proclama, los españoles carezcamos de ética suficiente que nos lleve a votar en contra de nuestras ideas políticas.
La posición que los ciudadanos han dado al PP con sus votos (o con sus abstenciones) ha configurado una situación que será difícil de gestionar, de hecho importantes líderes del partido, se han apartado ya de la estratégica campaña machacona del “crisis, crisis, crisis” y ya Cospedal ha asegurado la retirada del matrimonio homosexual.
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