Imagen de un bromista de twitter, insinuando los recortes a los que se enfrentan los servios públicos |
Como ya se lamentaba nuestro gran Antonio Machado en 1912, los españoles tendrán que mañana dirigirse a la urna para decidir entre dos Españas. Pero estas elecciones, no son una de tantas (tampoco hemos tenido tantas), ni tan siquiera son una alternancia más en el poder. En estas elecciones la decepción de « esa España que muere » es muy grande, gigante podríamos decir.
Los indecisos de izquierdas posiblemente son el grupo más nutrido de electores, que probablemente mañana además se quede en su casa. La desazón ha sido muy grande, por un lado las grandes medidas de austeridad de aquel fatídico 20 de mayo y por la otra, la impotencia ante el drama diario del desempleo. En frente suyo un PSOE que no ha sabido reformarse, entenderlos, y que ante la presión de los mercados se encontraba entre la espada y la pared.
Estas elecciones por tanto no son otras más, son el producto de la desidia, ningún proyecto ilusiona, ni tan siquiera los ansiosos votantes conservadores están convencidos, tal vez porque todos somos conscientes de que como dice la prensa internacional « gane quien gane, gobernará Merkel ».
La posibilidad de salir de la crisis se desvanece poco a poco del imaginario colectivo puesto que las medidas de austeridad son perjudiciales para el país puesto que ahogan el crecimiento y aumentan la lacra del paro.
La única esperanza es la movilización ciudadana por una regeneración de la democracia que nos haga un país más crítico y capaz de imponer su modelo de salida de está crisis que amenaza con minar el bienestar que entre todos habíamos conseguido.
Lo que pende cual espada de Damocles sobre nosotros es un programa ambiguo de una derecha que no sabe muy bien lo que va hacer, no solo en economía pero sobre todo en los avances sociales de una década, la amenaza se cierne sobre la Educación, la Sanidad, la Familia, la Igualdad.
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