Ayer, en la madrugada en el 5 de agosto de hace 69 años en nuestro Madrid fueron fusiladas
Las Trece Rosas con 43 de sus compañeros, la mayoría militantes de la Juventud Socialista Unificada.
Por lo que ayer con la mente puesta en el verano más triste de la historia de Madrid, el verano del 39, mi amigo Fran y yo, nos acercamos al número 5 de la Calle Galería de Robles, a tan solo dos manzanas de la Plaza del 2 de Mayo a donde estuviera la casa de Julia Conesa Conesa y de donde la arrancaron de su familia dos falangistas.
Julia Conesa escribió momentos antes de su asesinato a manos de la canalla fascista “que mi nombre no se borre de la historia” por lo que allí fuimos Fran y un servidor a colocar un cartel en el cual se explicaba su historia y que rezaba “tu nombre no se ha borrado de la historia.”
Me uno a la memoria de los 56 fusilados, y de entre ellos al de esta joven audaz y generosa que se acerco a la JSU para hacer gimnasia durante la guerra y que con valentía se disponía a reconstruir la organización en plena represión fascista. Por lo que fue fusilada vilmente.
“Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia”
Leyendo su misiva no pude no recordar la que Guy Môquet, un joven partisano francés, escribió antes de ser asesinado esta vez por el ocupante Nazi, tan solo dos años más tarde. Este año dicha carta fue leída solemnemente en los liceos de toda Francia el día de su asesinato, tan solo me conformaría que al otro lado de los Pirineos, no se olvidaran tan fácilmente las victimas de la represión franquista. Y que no se las entierre más profundo con la ignorancia que se esconde tras las palabras “no hace falta remover a los muertos”.